lunes, 22 de febrero de 2010

Tiempos modernos, tiempos de siempre



Esta semana tuve la ocasión de “degustar” otra joya del cine mudo. En este caso se trata de la película “tiempos modernos” de Charles Chaplin. Lo que desconocía de Chaplin es que parece ser que el mismo se encargó del guión, dirección y música de la película, ademas de ser el protagonista con lo cual se consagra como alguien extraordinariamente polifacético.
El contexto histórico de la película (1936), nos lleva a los años de la Gran Depresión en Estados Unidos, vamos algo parecido a los tiempos que corren, pero a lo bestia. Las fábricas estaban empezando a adoptar el sistema de trabajo en cadena, algo monótono y estresante que convierte a las personas no en seres humanos, sino en simples piezas de un complejo engranaje que son desechables cuando se estropean. Tengo que reconocer que me sentí identificado en parte con la película. Me trajo al recuerdo una de mis primeras experiencias laborales. Lo conseguí mediante una ETT, y la fabrica se llamaba Pipelife, allá por el año 2001 o 2002. El trabajo era simple a mas no poder, se trataba de sacar piezas de plástico según salían de unas maquinas y colocarlas ordenadamente en cajas de cartón. Recuerdo que me toco atender 3 maquinas a la vez. De vez en cuando alguien venía a echarme una mano, pero la mayor parte del tiempo me las tenía que arreglar yo solo. Recuerdo que ir al servicio fuera de las pausas estipuladas era todo un ejercicio de ingeniería, y eso que el servicio se encontraba a 10 metros escasos de mi puesto de trabajo. Había que calcular el momento justo en el que las tres maquinas te darían un respiro (de unos 30 segundos), entrar raudo en el lavabo a poder ser con la cremallera bajada para no perder tiempo, y volver lo antes posible. Creo que duré 2 semanas, después no tengo muy claro si prescindieron de mis servicios o yo no puse ningún interés en renovar. Para acabar con la anécdota creo que me pagaban unas 6000 pesetas de las antiguas, que en su momento me pareció un sueldo razonable. Pero en mi ingenua candidez, no comprobé que en esas 6000 pesetas iban incluidas las pagas extraordinarias, las vacaciones y una retención del 2% a hacienda, lo que significa que de haber estado todo el año trabajando en esas condiciones, las arcas públicas me hubieran reclamado el año siguiente al hacer la declaración una cantidad superior a mi sueldo de mas de un mes.
Vicisitudes laborales aparte, en la película un obrero que trabaja en una cadena (Chaplin), acaba perdiendo el juicio desquiciado por el ritmo frenético de la misma. Después es encarcelado por participar en una manifestación obrera en la que se encontraba por casualidad, sin duda un toque genial Chapliniano. Al salir de la cárcel, conoce a una joven huérfana que se gana la vida como ladrona de poca monta, y acaban por irse a vivir juntos, mientras Chaplin prueba suerte en algún trabajo más.
A pesar de que el cine sonoro estaba instaurado desde hace más de una década, Chaplin apuesta por una película muda, con algún efecto de sonido, y realmente maneja la situación con maestría.
Sin duda la critica irónica a la sociedad industrial esta presente en todo momento. Movimientos mecánicos y repetitivos hasta la nausea. Maquinarias complicadísimas cargadas de palancas, correas, engranajes y botones. Todo controlado para que la cadena no se rompa y los indices de producción lleguen al máximo. A ello se enfrentara un ingenuo Chaplin, que al perder la razón se comportara de manera infantil, metiéndose en situaciones esperpenticas, absurdas y realmente cómicas. A lo largo de la película Chaplin probara suerte en otros oficios, pero no me parece ético adelantar nada más acerca de su argumento. Para quien no la haya visto podría ser toda una revelación y no hay que estropearle la sorpresa. Simplemente diré que a pesar de las situaciones comicas que se producen frecuentemente se esconde una cruel realidad. La de dos personas que viven en la miseria y que apenas tienen con que salir adelante, salvo con unas buenas dosis de optimismo y buen humor. Hace unos días comentaba que Fritz Lang era un visionario por adelantar el futuro en su película “Metropolis”. Chaplin no se queda atrás. Es posible que no hayamos cambiado tanto en 70 años, que las multinacionales sigan campando a sus anchas haciendo literalmente lo que les da la gana con sus empleados. La película guarda varios momentos memorables que dejare que quien quiera lo descubra por si mismo. Estamos ante otra obra de arte en la que el paso del tiempo no le afecta en absoluto, una lastima que fuera la última en la que Chaplin nos deleito con su entrañable personaje de Charlot.

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