viernes, 14 de agosto de 2009

Una semana en el paraiso


Ya en los tiempos de los romanos se conocían las Islas Canarias, a las que ellos llamaron las Islas Afortunadas. Según la leyenda, estas islas es la única tierra que no quedo sumergida en el océano del mítico continente de la Atlántida.
Además, los griegos les dieron el nombre de Hespérides, y las consideraron como uno de los últimos paraísos terrenales.
Misticismos aparte, actualmente se reconoce que las Islas Canarias cuentan con una antigüedad de unos 20 millones de años, y cuyo origen podríamos explicar basándonos en la teoría de la hipótesis sintética según un calendario de acontecimientos magmáticos y tectónicos, los cuales renunciare a explicar en mayor profundidad.
Este año mi destino elegido para veranear fue Puerto de la Cruz, un enclave turístico situado al Norte de la isla de Tenerife, concretamente en el valle de la Orotava.

Día 1: Zaragoza-Tenerife-Puerto de la Cruz.

El viaje en avión desde Zaragoza dura 2 h 45 minutos aproximadamente. Nuestro vuelo salía a las 21:00 y llegaba al aeropuerto de Tenerife Sur a las 23:00 hora local. Conviene recordar que en Canarias es una hora menos que en la Península. Así pues, este primer día dio poco de sí. Después de las 3 horas del vuelo de rigor, y llegada a Tenerife a las 23:00 h, nos esperaba una guagua (que es como se llaman vulgarmente los autobuses por esos lares), que debía llevarnos al hotel. La distancia del aeropuerto a Puerto la Cruz es de unos 90 km, así que nos llevo cerca de hora y media llegar a nuestro destino, así que si alguno de vosotros pensáis que al veranear en las Canarias, al ser una isla todos los lugares van a estar cerca uno de otros, pues no, no penséis que vais a ver la isla sin pasar unas cuantas horas de coche o guagua. Además la complicada orografía de la isla hace que la autopista tenga que rodear el Parque Nacional del Teide, debido a lo abrupto del terreno. Eso sí, hay que reconocer que la autopista es bastante aceptable, y los paisajes, para mi gusto, encantadores. Una vez llegado a Puerto de la Cruz, dimos un pequeño “recorrido” turístico por la localidad. La guagua tenía que dejar turistas en varios hoteles, y como suele suceder, dejo la parada en nuestro hotel en último lugar. Durante el trayecto por la localidad pudimos asombrar la pericia del conductor. Parece imposible manejar semejante cacharro por unas callejuelas estrechas, con gran pendiente, giros bruscos, sin dar ningún arañazo en el intento.
A la llegada al hotel, después de una ligera cena fría llego la hora de acostarse, había que reponer fuerzas para aprovechar los días siguientes.

Día 2: Puerto de la Cruz.

Después de la cena fría de la noche anterior había que estrenar el buffet. Me decante por unos huevos fritos con bacón y café con churros. Acostumbrado a mis frugales desayunos, ya que habitualmente me limito a tomarme un café con leche el cambio fue notable. Por la mañana aprovechamos para dar un pequeño paseo por la localidad. Varios detalles me llamaron la atención. El primero es la gran diversidad de especies vegetales en la isla. A diferencia del Sur de Tenerife, que es bastante árido, el Norte es un vergel. Abundan los plataneros, aunque también hay muchas más especies, muchas de ellas endémicas de la isla. La segunda cosa que llama la atención son las playas de arena negra. Más tarde descubrimos que el color negro de la playa no se debe únicamente a que la arena sea de origen volcánico (que también) sino a la presencia de hierro y magnesio en su composición. Y el tercer detalle curioso fue la accidentado de su orografía, lo que sin duda le da un punto de encanto a la isla.