jueves, 14 de octubre de 2010

People is not polite

Con motivo de las fiestas del Pilar, la casa de las culturas de Zaragoza organizaba una jornada temática sobre Brasil. El programa incluía una exposición audiovisual y una charla a las 19:00 y una degustación gastronómica y una exhibición de capoeira para terminar. Como quiera que el tema me interesa, y el programa tenía buena pinta allá que me fui sin pensármelo dos veces. Al llegar, nos encontramos que los maestros de ceremonias eran una pareja bastante peculiar. Un argentino dando una conferencia sobre Brasil y una brasileña. Debo decir que el argentino fue de lo poco salvable de la charla. Reconozco que me encanta el acento argentino, lo que unido a su capacidad dialéctica intentaba hacer la charla lo mas amena posible, con más voluntad que acierto. La carioca fue otro cantar, lo cierto es que parecía tener algún problema con el guión de la conferencia, no se sabe si por falta de dominio de la lengua de Cervantes, o bien estaba hecha un flan. Yo me inclino a pensar que fue una mezcla de las dos cosas. A mi entender la charla estuvo mal enfocada, pues la mayor parte del tiempo se limitaron a leer datos numéricos sobre Brasil (población, superficie, porcentaje de razas, etc..), lo que resto dinamismo e interés a la charla. También sucedió un hecho, cuando menos curioso, cuando empezó a sonar un teléfono móvil. Mientras los asistentes se miraban unos a otros buscando al culpable, el argentino dijo: “discúlpenme señores, pero mi teléfono esta sonando y debo interrumpir la charla para contestar”. Reconozco que no recuerdo ninguna anécdota parecida en ninguna conferencia a las que he asistido.
Aunque el plato fuerte estaba por llegar. La degustación gastronómica consistía en una feijoada, esto es, un típico plato brasileño consistente en un estofado de judías acompañado por arroz. Se nos dijo que debíamos guardar una fila, pero lo cierto es que nadie se encargo de ello, y como suele suceder en estos casos, el parecido de lo que se formó con una fila era mera coincidencia. Como es natural, en cuanto empezaron a servir la feijoada, hubo un espectáculo mas propio del reparto de comida en el campo de refugiados de un país del áfrica subsahariana que de un país desarrollado. Empujones, gente colándose a doquier, improperios e incluso conatos de agresiones. Ante tal panorama, en medio de la marea humana que me rodeaba intente esforzarme por llegar a la mesa. Cuando estaba a punto de alcanzar mi objetivo una señora cuarentona me increpo, ante mi estupor, diciendome que si quería coger algo debía ponerme en la fila como todo el mundo. ¿Que fila, señora?, fue mi respuesta. Ante su insistencia me limite a señalarle: “no querrá que en este caos, donde mucha gente se estaba colando por doquier, fuera a ser yo el único que guardara cola civilizadamente, y tuviera que colocarme el último, cuando había sido uno de los primeros en colocarme en la fila”.
Finalmente conseguí mi objetivo, aunque la degustación nos tenía preparada un última sorpresa. Cuando la comida había aplacado a las masas, y era posible pedir un segundo plato sin el riesgo a quedar aplastado entre la multitud los platos de plástico se acabaron. El resultado fue que aproximadamente sobro la mitad de la comida por la que hasta hace poco la multitud había peleado sin cuartel.
A la cabeza me vino un articulo de uno de mis escritores más admirados (Arturo Perez Reverte) en el que describía a los españoles como un pueblo capaz de acuchillarse con saña por unas lindes, un yo te he mirado mal o un plato de comida, para luego caer en la apatía y el inmovilismo más absoluto cuando algún gobernante decide hacer de las suyas y cargarse de un plumazo derechos sociales conseguidos a lo largo de los años. Nos viene al pelo aquel dicho: primero vinieron a por los intelectuales, pero como yo no era intelectual no hice nada. Después vinieron a por los judíos, pero como yo no era judío no hice nada. Y un día vinieron a por mí, y entonces intente rebelarme pero ya era demasiado tarde. Y así nos va.