viernes, 11 de diciembre de 2009

Lo que el día debe a la noche

Yasmine Khadra es el seudónimo empleado por un escritor argelino para poder escribir desde dentro contra las injusticias cometidas en su país por los círculos del poder político y militar.
Esta novela narra la historia de Younes (Jonas), un niño argelino de origen humilde. Su padre es arruinado por un especulador, que se queda con sus tierras, por lo que su familia se ve forzada a emigrar a Oran en busca de fortuna. Ante la imposibilidad de su padre para poder ofrecerle un digno porvenir, Younes es entregado a su tío, un farmacéutico de clase acomodada. Khadra nos sorprende con un estilo a medio camino entre la prosa y la poesía, realmente alucinógeno. El libro tiene 380 páginas y doy fe que fui capaz de leerme en una tarde aproximadamente la mitad. Se trata de un autor prácticamente desconocido en España, aunque ha tenido un gran éxito, por ejemplo, en Francia. Volviendo al hilo de la novela, a Younes le tocarán vivir tiempos convulsos, primero con la presencia norteamericana en Argelia durante la segunda guerra mundial, y más tarde, principalmente durante la guerra de la independencia argelina. Younes (Jonas), se ve obligado a tomar partido en una guerra que el no ha elegido y en el que mantenerse al margen no es una opción. Argelia se esta desangrando en una lucha fratricida, mientras en nacionalismo árabe prende como la polvora.
De una parte se encuentra su circulo de amistades (colonos franceses, en su mayoría), y su gran amor, Émilié, una joven francesa. Por otra parte está su familia de origen argelino, la cual respeta todas las tradiciones que un buen musulmán debe seguir. Por un lado esta aquel colono, el cual se encontró varias generaciones atrás con una tierra estéril, yerma y árida. Aquel colono trabajo sin descanso cada palmo de aquella tierra hasta convertirla en un vergel, en una lucha titánica contra los elementos. Y así aprendió a amarla, y a considerarse parte de ella.
Por otro lado, está aquel pastor nómada, que desde el principio de los tiempos surcaba estas tierras. Aquel pastor solo llevaba consigo una flauta para sosegar a sus cabras y un palo para espantar a los chacales. Vivía al compás de las estaciones, convencido de que la esencia de las quietudes se hallaba en la mayor sencillez.
En definitiva ha de elegir entre seguir siendo Younes. O simplemente Jonas.
Sin embargo, este no será el único drama que azote al protagonista. Un tema central de la novela es su amor por Émilié, un amor imposible, clandestino y prohibido, a la vez que apasionado y vital. Younes ha de elegir entre la voz de su corazón y la de su conciencia, abandonado a su suerte por un destino cruel. Los protagonistas se verán obligados a sufrir en silencio, ahogarán un grito silencioso por ese amor que les corresponde, y que el destino y las circunstancias se empecinan en arrebatarles.
Lo cierto es que el libro se antoja en ocasiones demasiado dramático. Un destino funesto acecha en cada esquina, a cada momento, en cualquier circunstancia. Abundan también las reflexiones interiores del protagonista, en las que muestra su desazón y su angustia vital, aunque lejos de restarle ritmo a la novela, esto se ve compensado con creces con la fuerza expresiva que cada párrafo confiere a la novela. Todo esto sin dejar de lado la guerra de la independencia argelina, un país tan cercano y la vez tan lejano por el desconocimiento que muchos de nosotros tenemos por sus costumbres y sus modos de vida.
También uno piensa en la riqueza idiomatica, expresividad y belleza que debe tener una lengua como el árabe. En ocasiones la traducción parece algo forzada, pero aun así no deja de ser una novela deslumbrante. Lo que indica que en su lengua de origen sería posible paladear, cada párrafo y cada expresión en su máximo esplendor.
Sin duda todo un descubrimiento y un autor a seguir muy de cerca.

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